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— 4 abril, 2016
NI adornitos colgando del espejo retrovisor, ni una mota de polvo en la tapicería. Los 35 taxistas de Bilbao asociados que ofrecen realizar rutas por la CAV a bordo de sus Mercedes mantienen sus vehículos “siempre impecables”, llevan traje y prestan un “trato exquisito” al cliente. “Se les exige que sean educados, abran la puerta y conduzcan a una velocidad prudente, que la gente no pase miedo”, explica Javier Galán, administrador de Class Taxi Mercedes, que es como se llama la asociación. Además de contar con conductores que hablan inglés y con traductores de ruso, alemán y chino, ofrecen la posibilidad de pagar con tarjeta y conexión wifi. “La idea es dar un servicio más exclusivo por el mismo precio, porque nuestras tarifas son las oficiales”, aclara Galán.
La iniciativa, ya implantada en Madrid, Barcelona o Valencia, arrancó hace tres años en Bilbao con 17 vehículos y la ardua tarea de darse a conocer. “Nos costó buscar clientela, pero cada vez nos llaman de más empresas. Hoy día somos ya 35 y esperamos seguir creciendo”, confía el responsable de la asociación, testigo de cómo cada vez llegan más visitantes a Bilbao. “Hace años en Semana Santa no había nadie y yo este año he visto a mucha gente paseando, había algunas tiendas abiertas y eso está bien. Hemos mejorado mucho”, considera. Prácticamente el 80% de los servicios prestados estas vacaciones, dice, ha sido a turistas alojados en hoteles. “Han salido algunos viajes a La Rioja y a Santander. Por suerte, tenemos un turismo que gasta dinero: quiere hacer recorridos, ir a bodegas o restaurantes. Eso nos ha salvado la Semana Santa”, reconoce.
Aunque cobran por carrera “lo mismo que cualquier taxista de Bilbao” y ofrecen precios cerrados para excursiones o grupos, optar por este medio de transporte para hacer turismo no está al alcance de cualquiera. “La persona que se coge un taxi para irse a La Rioja a pasar todo el día o para ir al Arzak, en San Sebastián, o al Azurmendi y desde allí hacer una ruta es gente con un poder adquisitivo muy alto que no está mirando el dinero”, advierte. Los destinos más habituales, enumera, son Donostia, Gasteiz, Iruñea, Santander y Logroño, aunque han llegado a trasladar clientes a Alicante, Barcelona, Madrid o Galicia.
En sus asientos se ha recostado algún que otro presentador e incluso un político al que fueron a recoger al aeropuerto sin conocer su nombre hasta 20 minutos antes por seguridad. “La discreción es total”, promete Galán. La mayoría de sus clientes, no obstante, son empresas “que llaman para traslados al aeropuerto o viajes de largo recorrido” y hoteles, además de particulares y agencias de viaje.
Aparcados en las paradas de taxi de Bilbao, cualquiera puede viajar en estos vehículos de alta gama, aunque hay quien, según se asoma a su interior, no se atreve a subir. “Al principio alguno no quería montar, pensaban que era un taxi de empresa. Les impresionaba el coche, que fuéramos con traje, que le cobrásemos lo mismo que otro… Se les explica que va con taxímetro y ya nos van conociendo”, cuenta este profesional. Una vez que viajan como marqueses, no dudan en repetir. A veces incluso esperan más de la cuenta para un Mercedes. “El otro día estaba el tercero o el cuarto en una parada y había un señor en una terracita con un puro tomándose una copa. En el momento en que me tocó el turno, vino para que lo llevase a Vitoria. Me dijo que me estaba esperando”, relata.
También Eduardo Urrestarazu, el otro administrador de esta asociación, guarda anécdotas en la guantera. Como la de aquella clienta que montó en su vehículo y le dijo: “Siga a ese coche”. “Me resultó muy gracioso. Miré para atrás y pensé que era una broma, que me estaban grabando, pero era cierto”, recuerda sonriente, al tiempo que se deshace en halagos para con sus pasajeros. “Son fabulosos, nunca ponen pegas y son muy agradecidos”, reconoce. Coincide con su compañero a la hora de definir el perfil de sus clientes como “personas con poder adquisitivo medio-alto que en determinados momentos quieren un poco de intimidad”. El turismo, subraya, es de calidad. “El cliente que viene a Bilbao no es de sol y playa. Tiene otras inquietudes, viene a visitar el Guggenheim y a disfrutar de nuestra gastronomía”, apunta. Por lo general, añade, “tienen como aeropuerto de referencia el de Loiu y como ciudad principal Bilbao, pero se desplazan a San Sebastián, Santander, La Rioja…”.
“LA PEQUEÑA SUIZA” Muchos de los turistas que requieren sus servicios se trasladan a los restaurantes vascos distinguidos con estrellas Michelin, aunque también disfrutan de “nuestra gastronomía de diario que pueden encontrar en el Casco Viejo”, asegura Urrestarazu. En lo que respecta a sus “inquietudes artísticas”, además del coloso de titanio, “les gusta mucho el Puente Colgante, San Juan de Gaztelugatxe -algunos se atreven a subir y todo-, Urdaibai, Gernika, las tradiciones vascas…”, recita de carrerilla. De hecho, prosigue, “se les intenta explicar quiénes somos, de dónde venimos, cuál es nuestra forma de pensar y de ver el mundo, y les parece fantástico. En muchos casos se sienten identificados y, en otros, se quedan muy sorprendidos. También se les habla de la lengua vasca, de que es una sociedad que en el pasado fue muy matriarcal…”. Pero si hay algo que les llama poderosamente la atención, afirma, es lo “limpísimo” que está todo en Bilbao. “Dicen que parece una pequeña Suiza. Les gusta la tranquilidad de la ciudad, la amabilidad de la gente y la libertad de poder pasear a cualquier hora del día y de la noche sin que les pase nada. Dicen que es una ciudad con un nivel de vida extraordinario y nos lo comenta gente de diversos países del mundo: de Estados Unidos, de la zona de Malasia, clientes de Corea del Sur… Es gente que se marcha con un gratísimo recuerdo”.