Anais, taxista

Anais, taxista

Se cuentan con los dedos de la mano. Dos. La profesión está dominada por hombres pero ellas se abren hueco entre el tráfico leonés.

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Anais es la nueva taxista de la ciudad.

Aunque nunca fue su sueño, le encanta conducir. Y en el taxi se siente como en casa «estoy muy a gusto», repite convencida varias veces. Tal vez sea porque su padre lleva media vida en la profesión y su hermano está en camino.

Ahora Anais es taxista, pero ha sido muchas cosas. Por su edad podría considerarse una chica de la generación perdida, pero no. No la representa. Anais no ha parado, no ha perdido el tiempo. Auxiliar de veterinaria, adiestradora canina, camarera, dependienta, auxiliar de sala en el MUSAC y, ahora, al volante de un taxi.

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La mayoría de las personas que se suben al coche se sorprenden. «¡Ah! ¿pero nos vas a llevar tú?. Pero si eres una niña. -Me dijeron unas monjinas un día- Si tenías que estar andando en bici». Al terminar la carrera fueron las mismas monjas las que sentenciaron que era muy buena conductora. Y lo es. ¿Por qué no iba a serlo?

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Solo lleva un mes al volante pero el balance es positivo. Su turno ronda las 7 horas y siempre durante el día, el trabajo nocturno, de momento, prefiere evitarlo. «No es por miedo», asegura. Pero ha escuchado demasiadas historias en casa, sabe que algo le puede tocar.

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Mientras tanto, Anais no hace planes a largo plazo. Se queda pensativa cuando hablamos de futuro «nunca se sabe», responde. Lo que sí tiene claro es que, desde el taxi o desde otro puesto de trabajo, seguirá luchando

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