Un día de pérdidas para un taxista que compite contra Uber en Barajas
— 24 abril, 2017Los primeros claros del cielo se abren sobre Barajas. Es hora punta de la mañana y por la megafonía llaman a los pasajeros rezagados de un vuelo destino Londres. En dirección contraria, decenas de personas toman la puerta de salida con cara de sueño en busca de transporte para llegar a su destino. Las posibilidades son múltiples: Metro, tren, autobús, coches de alquiler, taxi… Uber y Cabify. Desde su aparición, conviven enfrentados en tan solo unos metros. Los taxistas hacen largas colas a la espera de un cliente, mientras los conductores de Uber ansían su oportunidad algo más rezagados.
Es el escenario que se vive cada mañana en la T4 del Aeropuerto Adolfo Suárez, donde la aparición de Uber hizo estragos entre los taxistas: «De media, se tarda 30 minutos más en cargar para hacer un viaje que antes. En el aeropuerto se tarda unas dos horas en cargar, otras veces tres y puedes llegar hasta cinco si no hay muchos vuelos», afirma uno de ellos. Una joven monta en un taxi para viajar al centro de Madrid. La tarifa es cerrada: 30 euros por ser una carrera dentro de la M-30. Lo primero que hace el taxista es ofrecer una botella de agua a la joven. «En Uber lo hacen y no podemos quedarnos parados. Muchos de ellos también tienen Wifi gratuito y mi idea es ponerlo también en el taxi», añade.
Les acompañamos para comprobar cuántos servicios de Uber se encuentra un taxista durante una carrera habitual a la ciudad. A 100 metros de la salida de la T4 dirección Madrid nos encontramos el primer coche con la pegatina de la Comunidad de Madrid en la luna trasera y las iniciales VTC (arrendamiento de vehículos con conductor). Un joven está parado en el arcén manipulando su teléfono móvil, un lugar prohibido, ya que debería estar esperando una llamada en su ‘base’ (el lugar en que está domiciliado el permiso de circulación del vehículo). «Esto es lo que no puede ser. No me importa que trabajen siempre que respeten la normativa», dice rápidamente el taxista al verlo. Solo unos minutos después nos encontramos a otro coche de Uber, esta vez cargado y dirección al centro de la ciudad. Algo totalmente legal.
Después de hacer la carrera, regresamos a la T1 del Aeropuerto, donde está la mayor flota de Uber y Cabify en Barajas. La normativa es clara: los coches «no podrán, en ningún caso, circular por las vías públicas en busca de clientes ni propiciar la captación de viajeros que no hubiesen contratado previamente el servicio permaneciendo estacionados a tal efecto».
Por este motivo, los taxistas no entienden por qué AENA ha alquilado aparcamientos privados a estas empresas cuando “deberían estar en su ‘base’”, reclama otro taxista. «Que estén ahí de esta forma es legal porque pagan su aparcamiento. No se puede calcular el dinero que nos hacen perder, pero lo que está claro es que se han llevado una porción y nos hace mucho daño».
La especulación con las autorizaciones VTC
Las autorizaciones VTC se pueden comprar y vender (como las de los taxis) y hay quien se ha lucrado de ello en los últimos años. Pagaron una tasa de 48€ a la administración y ahora las venden por 20.000, 30.000 o 40.000 euros. Un grupo de empresas privadas ha solicitados 3.000 autorizaciones más para especular con ellas se espera que en 2018 el Tribunal Supremo de la luz verde. Es por ello que los taxistas harán una huelga este miércoles 26 de abril. Su petición es que la persona que compre la autorización VTC la trabaje durante un mínimo de tiempo que establezca la ley. A día de hoy, las licencias de taxi rondan los 150.000 euros: «En 10 años se paga. Es como comprar una empresa. Te da un trabajo estable y dentro de unos años será mi jubilación», explica un taxista. En su contra juega el auge de las autorizaciones VTC, que se han multiplicado por cuatro en cinco años.
Desde julio de 2013, la ley dicta que debe existir una VTC por cada 30 licencias de taxi. En abril de 2017, en Madrid hay 15.783 licencias de taxi y 2.205 autorizaciones VTC. El ratio actual es de 4 por cada 30 licencias de taxi.
«Estamos abocados a la desaparición», lamenta otro taxista que se acerca para interesarse por la conversación. Aún tendrá que esperar más de una hora para cargar. «Ya tenemos otros ejemplos de ciudades como Nueva York donde Uber se ha ‘comido’ a los taxistas».
El tema de Uber es algo candente en Barajas y un cuarto taxista se une a la conversación. Es más joven y tiene alma de ‘guerrero’. Habla de rencillas entre los propios taxistas y aporta su visión sobre la situación: «Los ‘viejos’ ya han pagado su licencia de taxi y no les importa nada, nosotros tenemos que pagarla. Deberíamos estar más unidos para acabar con Uber antes de que acaben con nosotros», afirma.
Una gasolinera cercana sirve de aparcamiento
Va entrando la tarde. Los taxistas saben todos los movimientos de los conductores de Uber. Son muchas horas en el mismo lugar. «En la gasolinera que hay en la salida hacia la T2 siempre hay coches de VTC esperando a que le avisen de un viaje por la emisora», asegura de forma rotunda uno de ellos. El resto asiente con la cabeza y el más atrevido se ofrece a llevarnos allí para comprobarlo in situ. Apenas están a 300 metros de la parada de taxis.
En la gasolinera hay una señal que advierte de que el tiempo máximo de aparcamiento es de 30 minutos. Todas las plazas están llenas y varios coches llevan la pegatina que indica que tienen la autorización VTC. Alguno se ha quedado sin sitio y espera el aviso de un cliente delante del lavadero de coches. Utilizan el área de repostaje como si fuera su ‘base’ mientras cuatro policías toman un café en el restaurante. La calma es total.
Vamos a regresar al aeropuerto, pero a la salida de la gasolinera hay un control de la Policía Local de Madrid. Han parado a un conductor con autorización VTC. Tiene prohibido circular en busca de clientes y deberá presentar una hoja de ruta para demostrar que va a cargar a pasajeros o que acaba de descargar y va a regresar a su domicilio. Si no lo hace, se expone a una multa de 601 euros.
Uber tributa fuera de España
Llegamos a la T2, donde la tensión también es palpable. Los taxistas escuchan la palabra Uber y pronto resoplan. «¿Por qué pueden realizar el mismo trabajo que nosotros con una licencia diferente?», se pregunta uno de ellos. “No son profesionales, solo se han comprado un coche. Nosotros tenemos que presentar un certificado de antecedentes. Ellos no. Cada año debemos presentar un certificar que no tomamos drogas. Ellos no. ¿Por qué?».
“Los gastos de un taxi son de 1.5000 euros mensuales aproximadamente”, contando la gasolina, los gastos de autónomo y los impuestos anuales. “Pasamos la ITV cada año y actualizamos las tarifas del taxímetro” que impone el Ayuntamiento. Uber hace contratos legales a sus trabajadores y cotiza por ellos en España, pero la empresa solo tributa en España por actividades de promoción y marketing y no por su actividad real, algo que también hace BlaBlaCar y AirBnb. Uber tributa en Holanda, que es el centro de operaciones de la compañía.
A pesar de todas estas diferencias entre los taxis y Uber, los precios no varían tanto. Es más, la opción de Uber puede llegar a ser más cara a partir de los 30 o 40 kilómetros de distancia.
La noche va cayendo sobre Madrid y cientos de taxis continúan haciendo largas filas en las terminales del aeropuerto Adolfo Suárez. A solo unos metros, los coches de Uber y Cabify esperan su turno. Acaba de llegar otro vuelo cargado con pasajeros rumbo al centro de la ciudad y los golpes del equipaje en contra los maleteros resuenan en el aeropuerto. El enfrentamiento continuará cuando vuelva a salir el sol.
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