
«Queríamos ver si podíamos hacer algo», recordaba horas después Antonio Cuesta Miyares, chofer de Taxitur
Pastores, taxistas, conductores, turistas… Ante la tragedia en la subida a los Lagos de Covadonga todos los que estaban cerca de la zona trataron de echar un cable. Ahí estaba por ejemplo Antonio Cuesta Miyares, chofer de Taxitur que lleva cinco años subiendo y bajando por la carretera. Llevaba en su furgoneta a ocho viajeros pero al divisar el siniestro resolvieron echar pie a tierra y ayudar. «Queríamos ver si podíamos hacer algo», recordaba horas después.
Sus clientes y otros taxistas se las vieron para acceder al vehículo siniestrado. Había que sortear zonas de cotoya y «no había forma de moverse con tanto pincho», contó. Lo que vio le tenía impactado.
Él se quedó junto al conductor, amigo suyo, consolándole, diciendo que todo había sido un susto pero que el pasaje estaba bien y que debía esperar a las asistencias sanitarias. Cuesta lo cuenta y se emociona. «Es muy buena persona y un gran compañero», dice con emoción. «Se llevó la peor parte», considera.
No se atrevió a moverlo pero junto a compañeros de Taxitur y otras empresas ahí estuvo, a pie firme, calmando y auxiliando. Con el visto bueno de los facultativos los taxistas sacaron a unas 16 víctimas de menor consideración para que fueran atendidas en el Hospital de Arriondas. «Ayudamos a sacar a la gente del autobús. Hicimos luego varios viajes», relataba.
En el gremio andaban impactados pero también con la sensación de que la vía se está volviendo cada vez más peligrosa.
El Comercio