OPINIÓN: La guerra del taxi, ¿o la guerra de todos?

Por Héctor Prego, director de YOTAXI

El incesante conflicto entre el sector del taxi y las VTC es un mal que afecta a ciudades de todo el mundo, pero poco se habla de la verdadera guerra del taxi, que es y debería ser, al fin y al cabo, una batalla global.

Centrándonos en lo que está sucediendo en España, Barcelona y Madrid se han convertido en el epicentro de esta guerra que lidian ambos sectores, pero lejos de disolverse, podría afectar a otras comunidades del Estado. Un efecto dominó que podría incendiar todo el país.

El conjunto de la sociedad debería ser consciente de que la lucha de los taxistas es la lucha de todos contra la pérdida de derechos laborales y la evasión fiscal, pero pocos lo comprenden. El periodista Javier Ruiz se atrevió a centrar el foco en esta problemática en Noticias Cuatro, incidiendo en que la batalla que se está disputando entre el taxi y los conductores de VTC es una guerra de miserias, la verdadera guerra se está ocultando y debería ser atajada por el Ministerio de Hacienda.

Según la memoria económica del Ministerio de Fomento, un conductor de una multinacional gana unos 1.000 euros netos al mes. La multinacional en cuestión se lleva el 25% del beneficio, es decir, uno de cada cuatro euros va a parar al bolsillo de estas compañías. Por lo tanto, de los 3.800 millones, ingresan, solo por actuar como intermediarios, 950 millones. Esto se traduce en que deberían pagar 240 millones de euros en impuestos, pero esta cifra dista bastante de lo que tributan en realidad, que son poco más de 53.000 euros (lo mismo que una PYME) por los 2,88 millones de ingresos que dicen percibir. En resumen, el enriquecimiento de unos pocos a costa de todos disfrazado de “economía colaborativa”.

Son muchos los que denuncian que el taxi es un monopolio y tiene que abrirse a la competencia. Una auténtica falacia, pues es un sector debidamente regulado, en el que compiten a diario muchísimos trabajadores autónomos para ganarse el pan. Algo que no sucede en el caso de las multinacionales, que acumulan casi 10.000 autorizaciones VTC y están en manos de unos cuantos grandes empresarios, que pretenden controlar la movilidad de las ciudades, como ha ocurrido en San Francisco. ¿Con qué fin? El de fijar los precios a su antojo y establecer ellos sus propias condiciones, sin ningún tipo de regulación. Neoliberalismo en estado puro, que solo conducirá a generar más y más pobreza entre la sociedad.

Después están los que utilizan argumentos sinsentido para criminalizar la huelga del taxi, tales como que es un sector del siglo pasado y que no está dispuesto a adaptarse a los avances tecnológicos. ¿A qué tipo de avances se refieren? Los coches negros no se conducen de otra manera y utilizan aplicaciones móviles para cobrar las carreras, algo que ya existe en el sector del taxi desde hace tiempo. En resumen, la misma tecnología que un taxi al uso. Bueno, de hecho no, porque la flota de taxis está mucho más renovada que la de estas compañías, con vehículos de movilidad sostenible, tales como híbridos, eléctricos, los propulsados por gas y otras energías alternativas.

Todo sector debe modernizarse para adaptarse a los nuevos tiempos y mejorar el servicio que presta a los usuarios, pero el taxi ya lo hace en la medida de lo posible. Son las administraciones las que deben apoyar tal innovación, pues al tratarse de un sector público altamente regulado, necesitan permisos para poder incluir avances como el taxi compartido, uno de los grandes reclamos del sector. Por lo tanto, los taxistas jamás se han opuesto a seguir avanzando y mejorando su servicio día a día, porque es su gran objetivo.

Sin embargo, lejos de lo que defienden algunos, la ‘uberización’ del trabajo y de la sociedad en sí no es un ejemplo de innovación tecnológica, más bien está trayendo graves problemas como la precarización laboral y la pérdida de derechos. En estos momentos está afectando directamente al sector del taxi pero, poco a poco, irá alcanzando a otros segmentos de la sociedad y a otras profesiones. Así que no te dejes engañar, la guerra que lidia hoy el taxi es la guerra de todos, sino tiempo al tiempo.

En resumen, la mayoría de los que critican la huelga del taxi utilizan argumentos banales que se alejan notablemente de la realidad, eludiendo la gran verdad, que no es otra que miles de taxistas han tomado las calles de Barcelona y Madrid para reclamar que se cumpla la ley, ni más ni menos. Ni innovación tecnológica, ni monopolio, ni chantaje, ni parafernalias.

Los que ahora son definidos como ‘energúmenos’ eran tildados de héroes hace unos años, concretamente en 2004, por su labor desinteresada durante el 11-M al convertirse en ambulancias improvisadas. ¿Ya se nos ha olvidado? Los mismos que llevan prestando una labor social al conjunto de la sociedad desde hace más de 100 años, auxiliando a personas heridas, llevando a dar a luz a mujeres embarazadas, brindando ayuda y defensa a cualquier persona que esté en peligro. Un transporte cómplice, de ayuda y de compañía que se ha sumado siempre a la lucha contra la violencia machista. ¿Esto no se considera avance social hacia un mundo mejor, más humanizado y más justo?

Mientras tanto, las multinacionales suben las tarifas durante los atentados de Londres y en vez de disculparse por ello, se jactan. Para ellos auxiliar a los seres humanos ante un atentado terrorista es lo mismo que coger un vuelo en verano, por eso suben las tarifas. No empatizan con la sociedad y jamás lo harán porque no tienen esa predisposición que ha tenido siempre el gremio del taxi.

Desde este medio les damos las gracias a los taxistas por luchar por un mundo mejor y una sociedad más justa, pero también por empatizar con todos nosotros y levantarse cada día con ilusión de salir a la calle a merced de la sociedad, con más ganas y pasión que el día anterior. Claro que os perdonamos y entendemos que hayáis dejado de prestar servicio. No solo eso, os merecéis una muestra de agradecimiento porque no estáis solo luchando por la supervivencia de vuestro oficio, sino por el porvenir de todos y cada uno de nosotros. No más precarización laboral, no más evasión fiscal.

No os rindáis nunca, os seguiremos apoyando en vuestra lucha por una profesión apasionante que no morirá jamás por mucho que algunos se lo propongan.

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