Padre e hijo taxistas comparten pasión y anécdotas tras más tres décadas de experiencia

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Ricardo Rejo Domarco tiene ahora setenta años y pertenece a esa amplio grupo de ourensanos que partieron cara Alemania en su juventud para buscarse las habichuelas. Trabajó durante doce años en la empresa Volkswagen, en lo que fue su primera relación con el mundo del motor. Tras otros ocho años en una empresa de cableado, también en el país germano, Ricardo decidió que era el momento de regresar a casa. Era a principios de la década de los ochenta y Ricardo tuvo vio que el sector del taxi se presenta como una oportunidad de negocio. No lo dudó y se hizo con una licencia, que traía consigo un Mercedes de la época. Fue su primer vehículo, del que guarda un gran recuerdo.

Apenas ocho años después que Ricardo, su hijo Miguel Ángel Rejo siguió sus pasos y también se puso al volante de un vehículo para transportar viajeros. En un principio compartieron licencia, pero en el 2006 se hicieron con otra para asegurar el legado familiar. El hijo reconoce que tomó la decisión inducido por lo que había mamado en su casa. «Era un momento, ao acabar de estudar, na que non había moitas expectativas laborais e ao ter na casa a posibilidade de meterte en algo como o taxi fíxome máis doado tomar a decisión», explicó Miguel Ángel.

En lo que coinciden ambos es en que el sector ha cambiado de la noche a la mañana desde principios de los ochenta hasta la actualidad. La clientela y los recorridos son muy dispares. En un primer momento se hacían más viajes al rural y ahora todo se concentra en movimientos en el núcleo urbano. «Antes faciamos máis servizos ao exterior porque as conexións eran máis deficientes e había máis xente nos pobos das que hai agora. Ademais daquela non había tantos coches particulares como pasa agora», recuerda Ricardo Rejo.

De aquella época recuerda las complicaciones que un taxista se encontraba en cuanto tenía que realizar un recorrido por la periferia. El mal estado de las carreteras y las dificultades para llegar a ciertos puntos de la capital eran una realidad que vivían casi a diario: «Na Cruz Alta, por exemplo, facíase moi complicado porque as rúas estaban feitas un desastre. Era moito máis difícil que agora».

En lo que no ha cambiado es en lo largas que son las jornadas del taxista. Padre e hijo coinciden en señalar en que se prolongan durante un período de catorce hora cinco días a la semana. Si bien por la semana la carga de trabajo se concentra durante el día, explica Miguel Ángel, en los fines de semana la mayoría del trabajo llega por la noche: «Entre os propios compañeiros nos imos adaptando á demanda».

Un taxista se convierte en muchas ocasiones casi en un confidente del viajero, especialmente durante los trayectos más largos. Padre e hijo se miran con complicidad cuando se le pregunta por las anécdotas más divertidas que han vivido a lo largo de su trayectoria en el taxi. Entre todos llegamos a la conclusión de que muchas son impublicables. Miguel Ángel, eso sí, apunta a un viaje que se le quedó grabado a fuego a Petín de Valdeorras: «Fun ao sanatorio do Carmen a buscar a unha señora de 85 anos que ia a unha residencia de ancianos de Petín. Durante o viaxe impresionoume que se acordaba de anécdotas de toda a vida, pero cando chegamos á porta da residencia empezou a convulsionar e desvaneceuse. A cousa pintaba moi mal e quedoume marcado, porque non sabería como reaccionar si pasara durante o traxecto».

Quiénes son. El padre se llama Ricardo Rejo Domarco. Tiene 70 años y se jubiló hace ahora un lustro. Estuvo al volante de un taxi hasta entonces desde el año 1983, cuando llegó de la emigración. Su hijo empezó en la década de los noventa.

Profesión. Ambos son taxistas y los dos reconocen que empezaron más por necesidad que por pasión y por buscar una fuente de ingresos. Con el tiempo se han ganado el respeto y el cariño de sus compañeros en el sector.

«Antes si te equivocabas al anotar la dirección del cliente ya estabas perdido»

Al igual que ha pasado en muchos otros ámbitos de la vida, las nuevas tecnologías han cambiado por completo el día a día de los taxistas. Por ejemplo, la competencia desleal al amparo de nuevas aplicaciones es una realidad que afecta en las grandes ciudades y que poco a poco llega a todos los rincones. Pero no solo eso. Los vehículos ahora están equipados con todo tipo de tecnologías que buscan ayudar al conductor y hacerle su vida más fácil. Por ejemplo, el taxi que pilota Miguel ahora va equipado con un programa Smart TD, de Interfacom Taxitronic que es de lo más completo del mercado. En su época no había esas facilidades, recuerda su padre sentado en el asiento del copiloto. «Antes si te equivocabas al anotar la dirección del cliente ya estabas perdido, no había forma de contactar con él ni de llamarle para confirmar», señaló Ricardo Rejo. También era impensable el funcionamiento del teletaxi, una herramienta que ya se ha consolidado como una de las opciones preferidas por los clientes para contratar un servicio.

La Voz de Galicia

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